Hay una historia que siempre me ha llamado la atención. Un granjero que cada día le daba un poco menos de comer a su burro. Llevaba la estadística de los trabajos realizados por la bestia y el costo de alimentarlo, todos los indicadores mostraban que la decisión había sido la correcta, hasta que el burro murió.
Muchos de nosotros creemos que una buena decisión es la que arroja un buen resultado y esto no es cierto. Una buena decisión puede no darnos el mejor resultado y una mala decisión puede darnos un gran resultado.
Si yo decido comprar lotería con mis últimos ahorros y gano, la decisión fue mala, el resultado bueno.
En que consiste entonces una buena decisión y cuando debemos tomarla.
En primer lugar, la decisión solo se toma cuando el resultado es incierto, si conocemos de antemano el resultado, no tenemos nada que decidir.
En segundo lugar, al decidir debemos prevenir lo que nos puede salir mal, no decidimos en relación a lo que va a salir bien, decidimos en relación a las pérdidas, no a las ganancias.
Las decisiones son complicadas por las dificultades propias siguientes:
La disonancia cognitiva.- Esta se da cuando lo que tu quieres hacer y lo que acabas haciendo no son coherentes.
El Efecto Halo.- Sucede cuando la sombra de otras decisiones hacen que deduzcamos erróneamente presupuestando y precipitándonos en la toma de decisiones.
Pensamiento de grupo.- Este se da cuando un grupo de personas decide por otras, a pesar de estar en desacuerdo, se toman las decisiones sin consenso, por miedo ante la autoridad o miedo a equivocarse o miedo al rechazo.
Adaptación Hedonista.- La decisión se toma pensando en el bienestar o placer y no te permite relacionarte directamente con el problema.
Sesgo de Confirmación.- Hay que tener la suficiente flexibilidad cognitiva para poder modificar nuestras creencias.
Sesgo de Autoridad.- Hacer caso a lo que dicen los "expertos", sin tomar en cuenta los propios deseos.
Es por eso que decimos que la primera regla para tomar decisiones, es que no hay reglas.